
A medida que avanzan los días, cada grupo va cogiendo ritmo y confianza. Los niños ya llegan saludándose entre ellos y saben dónde colocarse, qué materiales usar y cómo empezar las actividades.
Entrenamos mucho a través del juego, siempre adaptando el nivel a cada edad. Los monitores refuerzan valores como el respeto, el orden, la escucha y la cooperación. También hay momentos de risas, relevos y pequeñas dinámicas que ayudan a trabajar la disciplina sin que se note.
Los grupos de mayores empiezan a conocer mejor las patadas básicas, el saludo tradicional y algunas normas del tapiz. Los pequeños siguen descubriendo su cuerpo, mejorando su movilidad y ganando autonomía.
Lo más bonito fue que muchos ya preguntan si podrían continuar después del verano. Eso nos demostró que se sentían cómodos y motivados.
